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Jueves 16 de Octubre de 2025

Un negocio millonario

Del lujo accesible al ritual urbano: el café de especialidad conquista Buenos Aires

20 de Agosto de 2025

El café de especialidad dejó de ser considerado una moda pasajera para consolidarse como un negocio en expansión. Lejos de tratarse de un boom reciente, sus orígenes se remontan a la década del 70, aunque en los últimos diez años el fenómeno vivió una aceleración marcada por la tecnología y por nuevas demandas sociales: un lujo accesible en tiempos de inflación y un consumo asociado a la salud y al bienestar.

En Buenos Aires, la relación cultural con el café se mantiene como sinónimo de pausa y encuentro, pero el escenario cambió. Los bares tradicionales cedieron espacio a cafeterías minimalistas donde la estrella es el café de especialidad, un producto que debe superar los 80 puntos en la escala de la Specialty Coffee Association. Su calidad, sin embargo, depende no solo del grano sino de un proceso riguroso desde el tostado hasta la temperatura del agua.

No todas las cafeterías que se autodenominan de especialidad cumplen con esos estándares. Expertos como los baristas Luciano Morano y Max Grieben advierten que la inversión y el conocimiento son indispensables: no alcanza con una máquina de espresso y un local pequeño. Respetar el origen del grano y toda la cadena de valor es lo que diferencia a una auténtica propuesta.

Montar un espacio de este tipo tampoco es sencillo. La inversión inicial puede rondar los US$ 30.000 para un local de tamaño medio, con máquinas que oscilan entre US$ 6.000 y US$ 30.000. A esto se suman obras, mobiliario, packaging e identidad de marca, lo que eleva los costos por encima de lo que muchos imaginan, incluso superando en algunos casos la apertura de un restaurante.

Pese a esa barrera de entrada, Buenos Aires se consolidó como epicentro cafetero con unas 300 cafeterías de especialidad. Si bien se percibe una sensación de saturación, los datos muestran un crecimiento moderado del 2% en 2023, con concentración en barrios como Palermo o Chacarita. En ese escenario, los proyectos que sobreviven son los que ofrecen propuestas diferenciadas, ya sea con identidad gastronómica o expansión internacional.

El interés del público se refleja en el éxito de ferias como Exigí Buen Café, que pasó de ser un evento de nicho en 2013 a convocar hoy a 25.000 personas y más de 100 expositores internacionales. Incluso espacios como Hotelga, la feria de hotelería y gastronomía, incorporarán este año un sector exclusivo para el café, muestra de su creciente protagonismo.

El auge también elevó la vara de la gastronomía en general. Restaurantes y bares ya no relegan al café como un simple cierre de menú, sino que lo integran como parte esencial de su propuesta. Paralelamente, cadenas como Café Martínez y marcas internacionales como Juan Valdez impulsan cafés de origen y trazabilidad, en sintonía con un consumidor argentino cada vez más exigente y conocedor.

La flexibilización de las importaciones abrió nuevas oportunidades: mayor acceso a maquinaria, cápsulas, empaques y cafés de distintos orígenes. Esto favoreció tanto a microemprendedores como a grandes marcas, aunque también generó competencia de productos de menor calidad. Aun así, el consumidor argentino hoy accede a más variedad y a un mercado en proceso de profesionalización.

 

Las tendencias globales apuntan a la sustentabilidad y al consumo joven. Los menores de 24 años son el grupo que más ingresos genera en el mercado latinoamericano de café de especialidad, con un fuerte gusto por el café frío y personalizado. Para ellos, elegir un grano, un método o un origen es parte de una declaración identitaria. Con este doble motor —conciencia y placer— el café de especialidad se afirma no solo como negocio en crecimiento, sino también como símbolo cultural y generacional.

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